Las familias recuperan 80 cuerpos en La Pedraja
La identificación será difícil en una zona que podría ocultar a 400 víctimas de Franco.-
extraído de la página: http://www.publico.es/333833/familias/recuperan/cuerpos/pedrajaFue terrible al principio, éramos los hijos de un rojo asesinado". Así recuerda Rafael Martínez Martínez cómo era la vida después de que los franquistas mataran a su padre el 3 de octubre de 1936. A su lado, su hermana Victoria aprueba sus palabras mientras no pierde de vista la zanja en la que quizá yacen los restos de su progenitor. Ambos se encuentran sentados bajo una improvisada sombra en el paraje de La Pedraja, al borde de la carretera N-120, en la provincia de Burgos.
Desde el pasado lunes, en ese espacio de bosque próximo al municipio de Villafranca Montes de Oca, se trabaja en la recuperación de los restos de alrededor de 300 fusilados en los primeros años de la sublevación militar. En la primera fosa que se ha abierto, se han encontrado los restos de cerca de 80 cadáveres.
"Era terrible, éramos los hijos de un rojo asesinado", recuerda un familiar
El empeño de un grupo de allegados de las víctimas y, especialmente, de la familia Martínez Movilla ha permitido que hayan comenzado a hacerse estos trabajos. En casa de Rafael y Victoria, siempre se supo dónde estaba enterrado su padre. "Era contratista de obras públicas, lo conocían todos los vecinos. Un día después de que lo mataran, vinieron a casa [algunos vecinos] y le dijeron a mi madre que lo habían enterrado aquí, en La Pedraja", afirma Rafael.
Iniciativa familiar
Nunca faltaron las visitas de los familiares al paraje donde hoy se hallan los restos. Pero todo se hizo más visible con la llegada de la democracia. "Desde 1976, venimos a cara descubierta", explica Eva Martínez Movilla, hija de Rafael. Fruto de esa travesía y de esos encuentros entre las familias, surgió la agrupación de familiares de las personas asesinadas en los montes de La Pedraja, cuyo representante legal es Miguel Ángel Martínez Movilla, otro de los hijos de Rafael. Ellos se han encargado de llevar a cabo el proceso que permite abrir la fosa, con una subvención de 37.500 euros otorgada por el Ministerio de la Presidencia. También se pusieron en contacto con el equipo científico Aranzadi, que se está encargando de las labores técnicas de exhumación.Ningún juez se ha acercado aún por las labores de desenterramiento
El profesor titular de Medicina Forense Francisco Etxeberría dirige un grupo de más de veinte personas, todos con experiencia en otras exhumaciones. El conjunto trabaja de 9 de la mañana a 8 de la tarde, con un receso a medio día
La zona en la que está situada la fosa, en un lugar por el que se cree que pasaban dos torrentes de agua, ha hecho que los restos estén "disgregados y destruidos". El trabajo de identificación se presume arduo y costoso porque apenas se encuentran huesos que estén completos. Sin embargo, Etxeberría destaca como novedad de este proceso un hecho alejado de las cuestiones técnicas de las que es experto.
Por primera vez en los diez años que lleva haciendo este trabajo, Etxeberría ha sentido el apoyo moral que extrañó en otras ocasiones. "No hay nadie en contra, han venido a vernos alcaldes y concejales de la zona. Es como si, por fin, se entendiera que hacemos esto porque es lo mínimo que se puede hacer".
Los Martínez Movilla, sin embargo, se muestran más críticos con las instituciones. La Ley de la Memoria Histórica deja a las familias la responsabilidad de encargarse del proceso de apertura de fosas y las subvenciones no dan abasto para cubrir los gastos. "El Estado es el responsable de lo que ocurrió, por eso tiene que asumir esta responsabilidad. Echamos de menos que el actual jefe del Estado tenga unas palabras de aliento para nosotros", sentencia Miguel Ángel. Tampoco ningún juez se ha acercado a la zanja de La Pedraja.
Mi familia es de un pueblo a apenas diez kilometros de las fosas. Mi difunto abuelo paterno decía que algunas noches se oian los disparos. A la mañana siguiente el silencio era complice; todos lo oyeron pero nadie osaba decir nada. La familia de mi abuela, también paterna, igualmente fallecida y a la que apenas llegué a conocer estuvo siempre bajo sospecha en el valle por unas convicciones diferentes a las de los vencedores. Me provoca una profunda pena, pesar y una enorme verguenza que todavía estemos así, sintiendo encima la bota del verdugo.
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